Cuando el final le da sentido.

Pensar en la muerte no es un gesto lúgubre, sino un acto de lucidez. La certeza de que todo termina nos invita a revisar cómo estamos viviendo. Muchas veces posponemos decisiones importantes creyendo que siempre habrá tiempo, pero la vida no espera. Cada día que pasa es un fragmento que no vuelve.

Lejos de ser un límite sombrío, la muerte nos recuerda la urgencia de habitar el presente con intensidad y verdad. Nos ayuda a discernir lo esencial de lo accesorio, lo auténtico de lo impuesto. Aceptar que un día partiremos nos libera de la ilusión de control y nos impulsa a elegir con mayor conciencia.

La muerte, mirada de frente, deja de ser enemiga: se convierte en maestra. Y nos regala la pregunta más profunda: ¿Qué huella quiero dejar en este mundo y en quienes amo?

¿Qué decisiones tomarías hoy si recordaras que el tiempo es finito?

María Muratet Embuena.

Esta reflexión se basa en los contenidos del Modelo Educativo de Semiología de la vida cotidiana®, creado por el Dr. Alfonso Ruiz Soto®.