Cuando lo que echo de menos no es a la persona, sino la versión de mí que aparecía con ella
Hay días en los que la mente está turbia y el corazón inquieto
NOVIEMBRE 2025
María Muratet Embuena
11/3/20252 min leer


Hay días en los que no te pasa nada grave pero nada está en calma. No sabemos por qué cuesta concentrarse, sólo sentimos un impulso insistente: escribirle a esa persona con la que se modificó el vínculo, pero cuya presencia despertaba algo luminoso en nosotros.
Esa mezcla es incómoda. Un anhelo suave, un pellizco de nostalgia, la ilusión de que una conversación podría ordenar la vida. En esos momentos la tentación es sutil: "sólo quiero saludar", "me apetece saber cómo está", "quiero que sepa cómo estoy."
Pero si somos honestos, muchas veces lo que queremos no es compartir: es recuperar la sensación de ser vistos, entendidos, celebrados. No buscamos al otro: buscamos esa parte de nosotros que se activaba con él o ella. Y ahí es donde la conciencia puede transformar un impulso en autoconocimiento.
Cuando actuamos desde la incomodidad, buscamos alivio, no verdad. Ese mensaje que enviamos a quemarropa no nace de la madurez, sino del deseo de regular nuestra emoción a través del otro.
La buena noticia es que esto no es debilidad. Es biología, es vínculo, es memoria afectiva. La mejor noticia: se puede aprender a sostener el impulso sin obedecerlo. No para reprimir, sino para poder elegir con más libertad. Antes de coger el móvil para escribir a esa persona, prueba a responder con sinceridad: Lo que echo de menos es... Lo que esa relación despertaba en mí era... Lo que puedo darme ahora es...
Muchas veces descubrimos que lo que falta no es la persona, sino la complicidad, la ligereza, la mirada cálida, la parte viva de mí que afloraba ahí. Esa parte no desaparece porque el vínculo cambie, solo queda a la espera de que la reclames como tuya.
Escribe lo que quisieras decirle, no lo envíes, léelo en voz alta para ti y quédate con esta frase: "Gracias por despertar esta parte de mí. Me la quedo." Luego da un gesto pequeño hacia la vida: llama a alguien que te provoca risa, sal a caminar escuchando música que te encienda, haz algo absurdo y delicioso solo para darte placer. La regulación emocional no siempre es serenidad silenciosa, a veces es recuperar la chispa.
El amor que sentiste era real. La conexión que viviste también. Pero el mayor regalo es reconocer que la parte de ti que brilló ahí no pertenece al otro. Es tuya. Y tu tarea ahora es cuidarla, no perseguir el espejo donde se reflejó. Ese es el verdadero cierre: no renunciar, sino reintegrar.
¿Qué parte de ti estaba buscando que el otro te sostuviera... y cómo puedes sostenerte tú sin perder la chispa que esa conexión despertó?
María Muratet Embuena.
Esta reflexión se basa en los contenidos del Modelo Educativo de Semiología de la vida cotidiana®, creado por el Dr. Alfonso Ruiz Soto®.
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